Un grupo de estudiantes del Colegio Salesiano Pío XI se destacó en las Jornadas Internacionales de Jóvenes Emprendedores al presentar un proyecto innovador y socialmente relevante. Los jóvenes, que se encuentran cursando su último año de secundaria, desarrollaron un prototipo para detectar la adulteración de bebidas alcohólicas, específicamente la presencia de la droga benzodiazepina, un compuesto utilizado en casos de abuso y delitos relacionados con bebidas adulteradas. El trabajo no solo fue reconocido por su creatividad, sino también por su impacto potencial en la sociedad.
Según la profesora Alicia Martínez, encargada del proyecto, la iniciativa surgió dentro de la materia "Proyecto y Gestión de Emprendimientos", una asignatura que promueve el desarrollo de ideas innovadoras en el marco de la modalidad de Economía y Administración. "Este año, los chicos y sus compañeros de clase lograron un nivel admirable de trabajo, donde se identificó una necesidad real y se propuso una solución eficaz", expresó Martínez en el programa Mundo Empresa, donde se compartieron los detalles del proyecto.
Alejandro Manacero, uno de los estudiantes, explicó que el equipo decidió abordar el problema de los abusos relacionados con bebidas adulteradas, una preocupación frecuente entre los jóvenes. "El proyecto consiste en un kit con el cual es posible verificar si una bebida ha sido adulterada con benzodiazepina", dijo. El prototipo, que incluye un reactivo y una pipeta para extraer la muestra, cambia de color si se detecta la presencia de la droga. "Si el color de la muestra cambia a un tono amarillento, significa que la bebida está adulterada", añadió Luciana, otra de las participantes.
El camino hacia la creación del prototipo no estuvo exento de desafíos. Fátima, otra integrante del equipo, destacó el esfuerzo colectivo y las dificultades que enfrentaron al principio. "Fue un proceso largo y riguroso, con muchas pruebas y correcciones. A veces no sabíamos por dónde empezar, pero siempre supimos que teníamos que seguir adelante", relató. En este proceso, los estudiantes recibieron el apoyo de la bioquímica Vanessa Soto Mayor, quien colaboró con ellos para verificar la viabilidad del proyecto en el laboratorio.
El equipo no solo enfrentó desafíos técnicos, sino también organizativos. Clara Brandes, otra de las estudiantes, recordó los primeros días de trabajo en grupo, cuando la división de tareas y las diferencias de opiniones fueron un reto. "Hubo muchas discusiones, pero al final todo se resolvió con mucho trabajo en equipo. Supimos cómo complementarnos", comentó. La clave del éxito fue, según Clara, la confianza en las habilidades de cada uno y la capacidad de trabajar juntos para materializar la idea.
La participación en las Jornadas Internacionales de Jóvenes Emprendedores, en las que compitieron con otros equipos de estudiantes universitarios, fue una experiencia reveladora para los jóvenes. "Nos sorprendimos mucho al saber que habíamos ganado el primer premio, especialmente porque no nos sentíamos tan preparados al principio", confesó Fátima. Sin embargo, su proyecto no solo les permitió obtener un reconocimiento, sino que también les dio una visión más clara de su futuro. "Este tipo de iniciativas nos hace creer en lo que podemos lograr como jóvenes emprendedores y agentes de cambio", aseguró Alejandro.
El éxito del proyecto no solo radica en su innovación tecnológica, sino en el impacto social que puede tener. Los estudiantes consideran que este tipo de emprendimientos no solo resuelven problemas inmediatos, sino que también abren la puerta a futuros desarrollos. "Queremos seguir mejorando el prototipo y asociarnos con empresas del sector para hacer el producto más accesible y eficiente", comentó Luciana.
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