Sorpresa en el mercado de trabajo de EEUU. Nadie esperaba la creación de 256 mil empleos netos en diciembre. Sí, cien mil puestos menos. La desocupación mermó una décima a 4,1%. Donde la regla de Sahm identificó una recesión consumada existe una bonanza que no se detiene. El legado del presidente Biden es formidable. Y eso no sorprende. Se conocía de antemano, aunque los votantes no lo tuvieran presente. La Fed de Jerome Powell, que desde septiembre recortó sus tasas un punto completo, le proporcionó además un fuerte impulso extra. Al igual que el entusiasmo que despertó en los “animal spirits” el triunfo electoral de Donald Trump, el 6 de noviembre, con la promesa de más desregulación y menos impuestos.

Así como no hay mal que por bien no venga, la bonanza no está exenta de bemoles. Desde septiembre también, los bonos expresan su disconformidad en estado de alerta. A su juicio, la economía necesita moderación urgente y no más estimulantes. Desde un primer momento, discreparon con la agenda de la Fed y de la campaña política. Y pusieron el grito -y las tasas- en el cielo. Cuando el banco central rebajó medio punto las tasas cortas, los bonos izaron las tasas largas en la misma magnitud. Y la pulseada siguió en un abierto enfrentamiento. Cien puntos base recortó la Fed. De 5,50% a 4,50%. Cien puntos base escaló la tasa a diez años. De 3,60% a 4,60%. En diciembre, Powell dio a entender que el proceso oficial de reducción de tasas entraba en modo pausa. En principio, hasta que la Administración Trump despliegue sus iniciativas concretas. Las tasas largas continuaron su ascenso. Ellas no esperan a que el presidente electo muestre sus cartas.

Las cifras de empleo -la contundencia de los 256 mil nuevos puestos de trabajo- ubican a las decisiones recientes de la Fed de Powell en una clara posición off side. La tasa a diez años ya orilla 4,80%, un avance de 120 puntos base desde que se accionó el pivote de la política monetaria. Más se espantan los bonos, más se afirma el dólar fuerte en los mercados de cambios. Así, las condiciones financieras que la Fed quiso relajar se tensan en el margen. La Bolsa que ensayó un potente Trump rally de septiembre a noviembre, acusa recibo desde diciembre de la torva oposición de la renta fija. Cabizbaja, dejó de marcar la agenda. Son las tasas largas y el dólar los que mandan. El temor y ya no la ambición. Que la economía se calme, lo que desvela a los bonos, le sentaría mejor.

Dos son las inquietudes de Wall Street. La ascensión de la tasa de diez años, ¿hará trizas el umbral de 5%, el techo del ciclo más reciente? Después de ver el empleo y su vigor inesperado, y descubrir en las minutas una preocupación de la Fed por la inflación que mantenía oculta, ¿habrá que corregir un error de política monetaria? En vez de retomar la baja de tasas, ¿no tendrá Powell que volver a subirlas en 2025?

A esta altura, los bonos tienen una idea fija y la realidad les dio la razón. Les alcanzará con una mala lectura de inflación, puntual, esta semana, para que la tasa larga desafíe 5%. Trump asume la semana próxima. Cualquier exabrupto, a los cuales es tan afecto, bastará para lograr el mismo desenlace. La carga de la prueba se invirtió. Trump deberá esforzarse para que la inercia no perfore el techo de 5%. Con agitar su plataforma de campaña (más aranceles, deportaciones masivas y menos impuestos), aunque después no la ejecute, le daría un pie fácil a la escalada.

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